Por Petra Saviñón
Los regalos de Navidad, esa fecha en la que el niño Jesús fue desplazado por Santa Claus, deformación de San Nicolás de Bari, vienen a enrostrar los abismos entre los tipos de niños, aquellos que poseen tanto, los que nada poseen y los que están en esa amplia franja.
Así, llegan los cuestionamientos, como los del pequeño que no entendía por qué el viejo gordo y de barba blanca llevó a su colegio un carro montable y manejable para un compañero, y a él solo un bate plástico.
¿Cómo responder esas preguntas, cómo explicar sin romper ese mito que nada tuvo que ver su esfuerzo, su buen comportamiento con el juguete entregado y que esa realidad que vivió en aquel escenario es una muestra de la inequidad que tanto lancina al género humano?
Ahora con la Epifanía de los Santos Reyes, festividad celebrada hoy por la iglesia católica, pero que el gobierno cambió para el lunes, sucederá lo mismo y así hasta el fin de los días, per secula seculorum ¿O habrá alguna oportunidad de variarlo?
Mientras llega esa posibilidad, ojalá sea pronto, veremos en los parques, en los frentes de las casas y hasta en los centros de estudios vestida de juguetes la desigualdad que nos permea, que nos arroja a tantos discursos que quedan solo eso.
En tanto, sumidos en reacciones a veces infértiles, en el diario vivir atosigante y atados a tantos trastabilleos, vemos cómo fluye una rutina que todos los días pareciera parir rutinitas.
Las diferencias, las eternas diferencias.